Gloriosísimo obispo
y mártir San Cipriano
y vuestra leal compañera Santa Justina,
que desde vuestra niñez merecisteis del Señor,
que desde vuestra niñez merecisteis del Señor,
que vuestras bienaventuradas almas se
acostumbrasen
a la delicia celestial de contemplar,
a la delicia celestial de contemplar,
las perfecciones de Jesús y de María
en sus santas y venerables imágenes,
pues de esta forma consolabais vuestros lloros,
vuestras penas y
aflicciones,
yo os suplico: rogad y tened
piedad de mi.