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En los oscuros recovecos del tiempo, entre las arrugas de un antiguo pergamino, se halla una oración olvidada, tejida con hilos de misterio y poder.
Sus palabras, impregnadas de magia ancestral, prometen más que meras bendiciones:
Ofrecen un camino hacia la fortuna y la felicidad, una senda que serpentea entre las estrellas y los abismos.
ORACIÓN
Oh, divina protectora, cuyo nombre se desvanece en los ecos del pasado, escucha mi voz.
Que tus ojos invisibles se posen sobre mí, y que tus dedos etéreos tracen símbolos en el aire.
Concede a este humilde mortal la gracia de la prosperidad, como un río que fluye incesante hacia la abundancia.
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Que mis pasos estén marcados por monedas de oro y joyas centelleantes.
Que los vientos me susurren secretos de inversiones acertadas y oportunidades inesperadas.
Que mis manos se llenen de riquezas, no solo para mi propio bienestar, sino también para compartir con aquellos que sufren.
Oh, poderosa aliada en la batalla, tú que sostienes la espada de la victoria, ayúdame a vencer a mis enemigos.
Que tus alas invisibles me protejan de las intrigas y las traiciones.
Que mis rivales se encuentren confundidos, como hojas arrastradas por un vendaval.
Que la felicidad sea mi compañera constante, como un sol que nunca se oculta tras las nubes.
Que mis risas resuenen en los salones y mis lágrimas se evaporen como rocío al amanecer.
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Que el amor florezca en mi corazón, como un jardín de rosas en plena primavera.
Oh, antigua invocación, sellada con sellos de fuego y tinta invisible, te abrazo con humildad y gratitud.
Que tu magia fluya a través de mis venas, transformando mis días grises en auroras doradas.
Que mi destino se entrelace con el hilo dorado de la buena ventura.
Así sea.
Que esta oración, encontrada en el pergamino de los siglos, sea mi guía y mi escudo.
Que su poder me envuelva como un manto sagrado, y que la fortuna y la felicidad sean mis fieles compañeras en este viaje terrenal.
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