¡Oh santa Rita gloriosa!,
tú que viviste una historia de amor supremo,
primero en tu hogar, con tu
marido y tus hijos,
combatiendo la indiferencia y violencia de tu
marido,
con dulzura, paciencia e inalterable bondad,
y su falta de fe con continua oración a Dios,
y después en el convento,
viviendo en continua
penitencia,
y, por amor a Cristo,
participando
con ardor de su Pasión,
bendícenos y ruega por nuestras
dificultades.