de la paz, de la justicia y el amor,
por la falta de trabajo y dinero.
Rezar con mucha devoción y pidiendo la intercesión
Repetir la oración y los rezos durante tres días consecutivos.
NOTAS SOBRE LA VIDA DE SANTA ISABEL DE HUNGRÍA
"Piedad, pureza y justicia" fue el lema de ella y de su esposo, y sus virtudes más destacadas la prudencia, la templanza y la fortaleza, y por supuesto una ardiente caridad hacía los demás.
Hija del rey Andrés de Hungría (1207- 1231).
De niña era obediente a su familia húngara, después a su nueva familia alemana donde ella creció con su futuro esposo Luis de Turingia.
Como mujer casada fue feliz y fiel a sus compromisos matrimoniales y a la relación amorosa con su esposo y sus tres hijos.
Todo indica también que ella trató de obedecer
a su director espiritual, Conrado, y a los frailes cuyo ejemplo y enseñanza
ocupaba un lugar cada vez más central en su vida. Después de la muerte de su
esposo, de su expulsión de la casa y de la pérdida de sus hijos, ella
permaneció abierta y dispuesta a responder a la voluntad divina, más orante y
entregada hacia los pobres y los enfermos.
En el curso de su corta vida ella se mostró una penitente en todo el sentido de la palabra, su amor a la penitencia, su pobreza espiritual, su aversión del pecado, su entrega a las obras de caridad, su amor a la justicia y a la paz, su paciencia frente a la adversidad y al sufrimiento.
Isabel en su humildad se consideraba como nada más que una de esas personas que según las palabras de Gregorio IX, “deseaban prepararse para la salvación eterna dejando las vanidades del mundo y decidiendo hacer penitencia con un corazón contrito y un espíritu humilde” primero en su propia casa y después en otros lados al servicio de los pobres y de los enfermos…
Ella demuestra un amor descentrado de sí misma, iluminado desde lo alto y abierto a gente humilde, a los hambrientos, a los enfermos. Para todos quería ser ella una madre y una hermana, participando en sus sufrimientos y tratando de aliviarlos.
Falleció muy joven, a los 24 años, pero dejó un recuerdo indeleble. La Iglesia proclama su virtud, los fieles corren a su tumba y obtienen gracias prodigiosas, los Frailes Menores la honoran con san Francisco y san Antonio, y los penitentes la veneran como su modelo y patrón. Santa Isabel continúa inspirando hombres y mujeres franciscanos con su ejemplo de oración, de conversión continua, de humildad y de pobreza, virtudes fundamentales de una vida penitencial.
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