martes, 3 de noviembre de 2020

LOS ÁNGELES EN EL GNOSTICISMO


El Gnosticismo data de gran antigüedad, llegando a su punto máximo de desarrollo durante el siglo II de la Era Cristiana. Su origen es una mezcla de Zoroastrismo, la Cábala hebrea y la religión egipcia. 

Los antiguos cristianos consideraban que Simón el Mago fue el fundador del Gnosticismo. Las enseñanzas de los gnósticos estaban basadas en su creencia de que el mundo material es maléfico, que no existe nada en el que sea bueno o hermoso. Su teoría principal era que la salvación del ser humano solo es posible liberando al espíritu de su prisión material. 
De acuerdo al pensamiento gnóstico, en cada persona está encarcelada una semilla divina. El propósito de la salvación era librar a esta semilla de su prisión corporal. Para los gnósticos el mundo material fue creado por una deidad maléfica, conocida como el Demiurgo Ialdabaoth quien mantiene aprisionados a los seres humanos en la prisión de la materia. 

La única forma de escapar de las cadenas impuestas por el cuerpo físico es a través de la "gnosis", o conocimiento secreto impartido por los gnósticos. 

Este Demiurgo, o entidad negativa, era identificado como el Dios del Cristianismo, Yaweh o Jehová, y a quien los gnósticos percibían como un dios falso y malévolo. Este concepto negativo de Dios entre los gnósticos estaba basado largamente en su profunda desconfianza de las enseñanzas del Antiguo Testamento y de su gran discriminación contra los judíos. 

Para los gnósticos, el Padre que menciona Jesús en el Nuevo Testamento no era Jehová sino el dios verdadero de los gnósticos, percibido por estos como la Pleroma o el Creador Supremo. Los gnósticos reconocían dos tipos de entidades sobrenaturales: los arcones y los eones. Los arcones eran deidades maléficas y los eones eran fuerzas beatíficas emanadas por el dios supremo en 15 pares. Entre estos eones estaban Dynamis (el Poder), el Deseo, la Profundidad, el Silencio y la Sabiduría, conocida como Pistis Sofia. Esta última deseaba conocer a la Profundidad y, en la frustración de su deseo, dio a luz al primer arcón, o entidad maléfica, el Demiurgo Ialdabaoth. 

Este arcón, identificado más tarde como Jehová entre los gnósticos, creó a los demás arcones para formar los siete planos cósmicos o planetas. Los nombres de los arcones son Ialdabaoth, Sabaoth, Jao, Ailoaios, Oraios, Astanfaios, y Adonaios. 

En otras enseñanzas los arcones son 12 y se identifican con los signos zodiacales. Estos arcones son los regentes del plano material y no permiten que las chispas de luz que son los espíritus humanos regresen a la fuente original que es la Pleroma. 

Los siete arcones estaban también identificados con los siete pecados mortales y los siete planetas: Orgullo/Júpiter; Envidia/Luna; Ira/Marte; Lujuria/Venus; Pereza/Saturno; Avaricia/Sol; y Mentira/Mercurio. 

El eón principal entre los gnósticos era Abraxas y originalmente se identificaba con el dios supremo de quien surgió la Pleroma y los eones. De acuerdo al pensamiento gnóstico, de la Pleroma surgió el primer eón. De este surgió el segundo, y así sucesivamente hasta haber sido creado todos. 

Debido a que cada eón daba parte de su luz al eón que emanaba de él, cada eón emanado de esta manera tenía menos poder que el anterior. Pistis Sofía, siendo la última de los eones en ser emanada, tenía menos luz que los otros y por eso cometió el error, a pesar de ser la sabiduría, de dar a luz a una entidad infernal, que fue el arcón Ialdabaoth. 

Algunas autoridades gnósticas, como Basilides, decían que existían 365 eones, uno por cada día del año. Más tarde, tal vez como un acto de retaliación de parte del Judeo-Cristianismo, el gran eón Abraxas paso a identificarse como una entidad demoníaca de gran malignidad. De su nombre surgió el termino Abracadabra, popularizado en la práctica de la magia. 

Los padres del Cristianismo consideraban a los gnósticos como una secta herética y apóstata por su rechazo de Jehová y sus enseñanzas contrarias al Cristianismo ortodoxo. La persecución que fue llevada a cabo en contra del Gnosticismo terminó con la mayor parte de este movimiento. Finalmente los gnósticos se unieron al Maniqueísmo o Mandeos, una religión persa basada en las enseñanzas de un sabio llamado Mani, el cual fue a su vez profundamente influenciado por las doctrinas budistas. 

Los Mandeos también creían que la materia era maligna y exhortaban a sus miembros al celibato y a evitar la concepción para de esta manera terminar con la raza humana. 

En Iraq e Irán perdura una secta pequeña de Mandeos, pero las enseñanzas gnósticas aun existen en grupos aislados de personas que practican su tradición mística y mágica. Los Mandeos o Maniqueos también creían en arcones a quienes visualizaban como hijos de la oscuridad, los cuales se tragaron los elementos de luz en el ser humano. 

En la angelología, un arcón es un gran príncipe angelical y cada nación de la tierra es regida por uno de ellos. En algunas tradiciones místicas los arcones son identificados con los espíritus planetarios. En la tradición cabalística los arcones presiden los palacios celestiales. Entre los grandes arcones celestiales se cuentan Miguel, Rafael, Uriel, Gabriel y Shemuiel, el mediador entre las plegarias de Israel y los Príncipes Angelicales del Sexto Cielo.

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