Bienaventurado arcángel san Rafael,
que te encuentras
a la diestra del Trono de Dios
y le ofreces a El
nuestras oraciones,
tú que nos asistes y vigilas nuestros pasos
y eres la alegría y consuelo del afligido,
escucha la plegaria que sale de nuestro corazón
y remedia todo lo que nos intranquiliza y apena.