tanto laborales como económicas,
MILAGROS DE SAN ISIDRO LABRADOR
Sobre la figura de este prodigioso santo se han hecho eco muchas narraciones populares. La más conocida de ellas es la que nos presenta a un hombre muy piadoso que muy a menudo tenía que soportar las burlas de sus vecinos porque cada día iba a la iglesia antes de salir a labrar el campo. A veces, Isidro llegaba algunos minutos tarde al trabajo y sus compañeros lo denunciaron al patrón por holgazán. Juan de Vargas, que así se llamaba el propietario de la finca, lo quiso comprobar por si mismo, y un buen día se escondió tras unos matorrales situados a medio camino entre la iglesia y el campo. Al salir del templo le recriminó su actitud. Cuando llegaron al campo, su patrón vio por sorpresa que los bueyes estaban arando ellos solos la parte que le correspondía al buen Isidro. El patrón entendió aquél hecho como un prodigio del cielo.
También es conocida "la olla de San Isidro". Se cuenta que cada año el santo organizaba una gran comida popular donde eran invitados los más pobres y marginados de Madrid, pues lo poco que ganaba lo empleaba para dar alimento a los necesitados, y con sus "ahorros" y la ayuda divina podía cubrir las necesidades de los más pobres. Sin embargo, en una ocasión el número de de presentes superó lo previsto y la comida que habían preparado no llegaba ni a la mitad de los convocados. Isidro metió el puchero en una gran olla y la comida se multiplicó "milagrosamente", hubo comida para todos y más.
Así mismo, hay un relato que nos dice que en un año de sequía y temiendo por la rentabilidad de la hacienda de su patrón, Isidro con un golpe de su arada hizo salir un chorro de agua del campo. Salió tanta agua de allí que pudo abastecer toda la ciudad de Madrid.
Sus portentosos milagros, más de 400, se contemplan en su Proceso de Canonización.
Su caridad
ilimitada, hace, que sus contemporáneos le admiren y le veneren como a un
Santo, junto a su esposa Maria de la Cabeza, y que llegan a ser un solo corazón
y una sola alma; matrimonio que bendice el Señor, concediéndoles un hijo,
Illán, que es causa un día de uno de los más portentosos milagros de San
Isidro, resucitándole tras precipitarse a las profundas aguas de un pozo.
En otra ocasión
también devuelve a la vida a Maria de Vargas, hija de su patrón y ahijada suya.
Muere San Isidro el
30 de noviembre de 1172, sobre los 90 años, y es sepultado en el cementerio de
San Andrés, su parroquia. A los 43 años de haber sido sepultado en 1163 sacaron
del sepulcro su cadáver y estaba incorrupto, como si estuviera recién muerto.
Las gentes consideraron esto como un milagro.
Poco después el rey
Felipe III se hallaba gravísimamente enfermo y los médicos dijeron que se
moriría de aquella enfermedad. Entonces sacaron los restos de San Isidro del
templo a donde los habían llevado cuando los trasladaron del cementerio. Y tan
pronto como los restos salieron del templo, al rey se le fue la fiebre y al
llegar junto a él los restos del santo se le fue por completo la enfermedad. A
causa de esto el rey intercedió ante el Sumo Pontífice para que declarara santo
al humilde labrador, y por este y otros muchos milagros, el Papa lo canonizó en
el año 1622 junto con Santa Teresa, San Ignacio, San Francisco Javier y San
Felipe Neri.
En realidad, para ser más específicos, Gregorio XV Canoniza a San Isidro el 12 de marzo de 1622. Sin embargo, la muerte del Pontífice hizo que se retrasara la expedición de la Bula de Canonización de San Isidro ‘Rationi Congruit’ hasta el 4 de junio de 1724, firmada por Benedicto XIII.
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